Agradezco a NÉLIDA CAÑAS
las siguientes, generosas, reflexiones respecto a
Qué buen disfraz de leona
Parábola
del hombre y su desierto
Tautologías del desierto y sus
tormentas
Nana Rodríguez
Qué
buen disfraz de leona* es un libro de
Patricia Nasello integrado por cuarenta microrrelatos, que consta de dos
partes: Bestiario y Humanario.
Los relatos de Patricia Nasello
son inquietantes. En uno de ellos dice: “No
los veo, pero sé que están ahí, al acecho.” Y así no sentimos nosotros, los
lectores, acechados por estos seres que están en todas partes y en nosotros
mismos. ¿Nos acechan o acechamos? No hay tregua posible. La vida toda se convierte
en una selva. Y el más fuerte devorará a la presa más débil. “El hedor atraviesa la noche”. La
condición humana se agita entre garras y hedores. En Bestiario se habla de los horrores que la humanidad comete contra
sí misma. Esto ocurre porque se desconoce al otro. No digamos por sus
diferencias. Se lo desconoce como parte de una misma realidad. Se lo desconoce
y se le teme. Según la cosmovisión del mundo de Patricia Nasello el hombre es
la mayor amenaza para toda forma de vida. Y para nuestra supervivencia como
especie. Ocurren las guerras, las migraciones, los éxodos. Ocurre la deforestación, los incendios, la
contaminación ambiental. La extinción de animales y plantas. Se trata de
nosotros, de los seres humanos. Del
hombre, animal racional, que posee el don del lenguaje y no lo usa para
comprender, comunicarse, convivir. Condenados a no escucharnos permanecemos
cada vez más aislados. Sin embargo el
hombre utiliza su ‘inteligencia’ para inventar formas cada vez más sofisticadas
para la destrucción. Patricia Nasello nos
alerta sobre esta dolorosa realidad, que poco y nada hacemos por
revertir. Recuerdo a Sábato cuando decía que solo vivir en comunidad podría
salvarnos. Comunidad en el sentido de comunión. Reunidos para acompañarnos,
consolarnos y compartir la vida y el sueño colectivo de una humanidad, donde
los vínculos con los otros y el cuidado de nuestra única ‘casa’ se priorizara sobre el individualismo.
En Humanario, la segunda parte de Qué buen disfraz de leona, se dan
cita los textos que expresan otras formas de violencia. Violencia de la
naturaleza. Violencia de género. La vejez para la que no valen las
distracciones, “cuando sentimos que desde
nuestras entrañas (surge) aquello que nos ha abandonado a nuestra suerte de
viejos.” Nasello parece decirnos que no habrá disfraz capaz de contener lo
monstruoso que nos habita.
Una escritura signada por el apotegma “el hombre es lobo del hombre”. Despiadados y crueles
terminamos devorándonos los unos a los otros. Todo eso está ahí patentizado de
una manera lúcida. Intensa y sin atenuantes.
Destaco el relato Lo que quieras, donde se ejerce violencia de género disfrazándola de un anhelo
de complacer al otro. Pura manipulación.
En el relato Salvaje dice:
Destruye
al enemigo del modo más cruel: detona una carga de palabras odiosas, gastadas,
en descomposición.
Aparece aquí la manera que usamos para lastimarnos con la palabra. La
palabra puede herirnos más que un golpe. Sin embargo debiera ser el don que nos
asiste para valorar lo sagrado en el otro y en nosotros mismos.
La
carga, un relato doloroso, me recuerda El artista del hambre de
Franz Kafka. Un ser alado que ya no tiene sexo y por eso es rechazado. Entonces
tiene que ser mostrado como espectáculo. Como fenómeno de circo. Para nuestro
divertimento.
Patricia Nasello esgrime una
ironía punzante. Trabaja una imaginación desbordante, que se une a la lucidez
para observar despojadamente el mundo que vivimos y que padecemos. El uso del lenguaje es preciso. Nada falta. Nada
sobra. Se ajusta al mensaje como un artefacto de relojería. Todo el libro es
una parábola de nuestra limitada y acaso desventurada condición humana.
En Añicos, un relato devastador, las ratas devoran el polvo estelar y
los restos del campanario de la iglesia. “No
más engaños, ahora conozco dónde van a parar la fe y las estrellas.”
Quizás leyendo Qué buen disfraz de leona podamos alcanzar el sentido último de su
reciente micro novela, Acabemos con ellos
de una vez*, ese desgarramiento que significa que nosotros mismos lo
destruimos todo y terminamos siendo expulsados de ese lugar en el universo que
no supimos respetar ni cuidar. Para finalmente emigrar a otro mundo. Un mundo frío, hostil,
desértico. Donde no hay a qué aferrarse.
Se trata de una literatura
fantástica con una visión cruda y devastadora, que solo parece depositar una
pequeña luz, una leve esperanza en los niños, enunciada bellamente en Balseros:
Los
adultos, melancólicos, conservadores, regresan a su tierra natal. A los niños,
en cambio, los gana el deseo de aventura. Aun cuando el océano hiende las
heridas de sus pies, astillados por la balsa, ellos persisten. Juegan a los
piratas, desentendidos del dolor, y siguen adelante. Nadie los ve llegar al
puerto que indicaron sus mayores tomados de la mano, sonrientes, caminando
sobre el agua.
Caminando sobre el agua,
bellísima parábola que nos remite a la de Jesús. Y a aquella expresión dirigida
a Pedro, que al tratar de caminar sobre las aguas duda y se hunde: - Hombre de
poca fe, ¿por qué dudaste? Solo la inocencia de los niños nos permite la
esperanza.
Y es esa la luz pequeñita,
pequeñita, la que Patricia Nasello vislumbra en la noche oscura y desértica de
los hombres.
Nélida Cañas
Córdoba, 11 de septiembre de 2019
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*Patricia Nasello, Qué buen
disfraz de Leona, Micrópolis, Lima, Perú, 2019
*Patricia Nasello, Acabemos con
ellos de una vez, Alción Editora, Córdoba, Argentina, 2019
*Nana Rodríguez, Vendimias del
desierto, Editorial Cuadernos Negros,
Calarcá, 2012