Nosotros
somos eternos
de Patricia Nasello
La escritora argentina Patricia Nasello, conocida
por sus microficciones divulgadas en diversos medios virtuales, presenta en
este libro la colección de relatos Nosotros
somos eternos. Dividido en tres partes, el conjunto muestra setentaiún
textos de extensión y temática variables, lo cual muestra el eclecticismo de su
propuesta. Ahora bien, pese a dicho eclecticismo, varias elementos reúnen las
microficciones. El primero, acaso el más saltante, es el que corresponde al
tratamiento y representación de los espacios. Sean espacios abiertos o
cerrados, de corte realista o más bien fantástico, siempre existe una tensión
entre ellos y lo que los personajes sienten a su contacto (pienso, por ejemplo,
en ficciones como “Las mueve el viento”, “El lector” e “Ídolos de plata”). En
ocasiones, son los espacios del pasado o la imaginación, casas o barcos quienes
acuden para provocar la reacción de los personajes. De esta manera, el espacio
se carga con los valores de la nostalgia, la melancolía o el pasado que se
quiere censurar, cuando no reprimir.
Asimismo, en las ficciones de Nosotros somos eternos se plantea un diálogo constante con determinada
tradición narrativa, la que encarnan las leyendas, fábulas, y mitos. A veces,
se trata de darle vuelta a la “versión oficial” (el mito del Minotauro en
“Observando la trama”, por ejemplo). El microrrelato, en este sentido, es una
acotación a la historia legendaria que permite abordarla y entenderla desde
otra óptica; por lo general, la que proponen narradores tan conscientes de la
intriga, pues revelan la identidad del personaje al final, generando
perplejidad en el lector, como no desprovistos de humor. Muchas veces el
elemento moral es resaltado en las microficciones de Nasello. Pienso en el caso
de “Enemigos”:
Enemigos
Atraviesan una espada en su
vientre, el herido se arrastra, lo miran reptar.
Uno de ellos se impacienta, alza
el arma.
—Todavía no —protestan los otros—,
que sufra un rato más nos debe demasiadas.
El tiro es certero y la muerte
instantánea.
Quien disparó hace bromas procaces
y ríe histéricamente. Sus carcajadas se
pierden bajo el ruido escandaloso que provocan los otros victimarios que ahora
luchan entre sí, todos creen tener preeminencia para hurgar dentro del cadáver.
Muerto el hombre lobo, no es de
extrañar que se maten entre ellos por una bala de plata.
He citado “Enemigos” pues no sólo es un ejemplo de
la importancia del elemento ético en las ficciones de Patricia Nasello sino
también es una buena muestra del arte de la autora cordobesa. En sus manos el
legendario hombre lobo parece perder los valores que por lo general se le han
asociado en beneficio de quienes se le oponen. “Muerto el hombre lobo”: la postrera
mención a la bestia, que tanto ha inspirado literatura, no sólo coquetea con el
final conocido por todos, es decir su muerte gracias a la bala de plata, sino
que subrepticiamente le da vuelta. La bala de plata adquiere un doble
significado: por un lado, es el medio gracias al cual los hombres se liberan de
monstruo, pero ella misma desencadena otra monstruosidad, no tanto física como
moral. Otro tanto, ocurre con el microrrelato dedicado al Fénix (“El ascenso”),
las sirenas, los centauros y muchos otros personajes que pueblan el imaginario
colectivo.
Finalmente, no podemos olvidar esa constante inquietud
por los signos, aquello que está en lugar de algo o alguien, inquietud que toma
forma en acaso las microficciones más logradas: “Un sol menos”, “Memoria”,
“Separación”. Se trata de textos en los que las relaciones familiares, de
pareja o filiales, adquieren contornos violentos de opresión y libertad. Cuando
la violencia se resuelve mediante distintas formas de la separación, que van de
la agresión física a la muerte, pasando por el acoso psicológico, algo parece
quedar en lugar de la persona que se fue. Recordemos, en ese sentido, el
microrrelato titulado “Separación”:
Es raro ver a mamá en ese sillón donde nunca se
sienta porque es para las visitas. Tampoco sabe por qué papá junta toda su
ropa. Deja la leche sin terminar y va hacia la ventana que da al patio, mira
afuera, de espaldas a ellos. Una mariposa se acerca. La brusquedad con que papá
golpea la puerta de calle hace cimbrar
los vidrios. Se da vuelta, mamá tiene los ojos llenos de lágrimas.
Podría decir “si dejás de llorar te dibujo una
mariposa”.
Quisiera explicar “no nos abandona, está acá aunque
se vaya” pero sus tres años no le permiten juntar esas palabras. Entonces su
propia sombra, que se proyecta larga sobre el piso, le da la idea. Se agacha y
besa la silueta oscura.
—Papá —dice.
Le ha tomado tiempo a Patricia Nasello publicar este
libro. Confío que, en adelante, los lectores podamos leer más seguido sus
letras, letras delicadas en su vertiginosa manera de abordar lo cruel, lo
abyecto y lo brutal. Todo esto sin mancharse, sino que, por el contrario,
saliendo más limpias y cristalinas. Como la mejor literatura.
Félix
Terrones